Recuerdos.

Sigo pensando en ti, ¿sabes? Aún no me olvido de tu manía de oler mandarinas, de tus calcetines con caras de los Beatles, tu fascinación por las letras de Coelho y de tu sonrisa de gatito loco. Todavía conservo el collar que llevabas cuando te pregunté si querías ser parte de mi vida. Hubo días en los que fue muy difícil no poder hablar contigo esos sábados por la tarde. Me acostumbre tanto a la rutina del típico rondín al bosque de la ciudad y escuchar todos esos discos de Morrissey, Radiohead y Pearl Jam. Recuerdo tu mochila con esos distintivos clips de colores en las correas. Recuerdo tu pelo al ras de tus pálidos hombros y tus camisas de rayas blancas y negras, tu manta de las chicas súper poderosas y las almohadas de tus gatos en el pasto recién regado en esos días, y los deliciosos sándwiches de mantequilla de maní con mermelada de frambuesa que tanto extraño comer.

El camino de árboles donde aún éramos niños, y con esa ilusión de vernos cada sábado para estar juntos, deseando que las horas nunca pasen. Es imposible que no me salgan unas cuantas lágrimas y una sonrisa al recordarte caminando por el sendero viéndote brincar feliz de volverme a ver. Tarareando melodías y tú cantándolas con esa voz ¨Viento, amárranos, viento, detente muchos años¨, que daría lo que sea por poder escucharte cantarla de nuevo, una vez más.
El día que decidiste partir un 13 de febrero, me tomo por sorpresa a mí y a las flores que había comprado para ti, pero al final yo te las pude dejar a un lado de una caja de madera, pero yo sabía que no era lo mismo, perdón por irme antes de pero, no resistía.

Los pocos días que te podía visitar por no tener más libertad, eran poniendo pretextos de ¨ir a jugar béisbol con mis amigos¨, siempre que llegaba no podía evitar sentirme mal. Siempre sentada a través de la sombra de la ventana, esperando algo que no querías que llegara.

Cuando dijiste tu último adiós, sentí por primera vez lo que nunca había sentido en esos 15 años de vida. esas palabras que salían de tus cansados labios apagaban cada vez un poquito más las ganas de todo, diciéndolas cada vez más lento: ¨Descuida, no te preocupes, a ti te queda toda una vida por delante¨, Pero yo quería toda esa vida contigo.

¿Qué puede hacer un joven de 15 años ante tal situación?, bajando la guardia ante todo,destruido, confundido y totalmente destrozado. 
La vez que me dijiste que tenías esos problemas no dejaba de preguntar el por qué, estaba agitado sentía ganas de vomitar y esa impotencia a más no poder, la cosa que más quería en todo el mundo iba a desaparecer en unos meses. No entendía por qué estabas tan tranquila, tus ojos brillaban pero no soltabas lágrimas, sólo me diste un beso y ya no quisiste tomar el tema. Pero, como tú me dijiste ¨sabes que las cosas están fuera de mis manos¨.

Ahora camino hacia el paradero con el paso cansino del resignado pasto pisado por miles de personas. Sumido en las tristes noches de cuando iba a patinar, con rabia y no con pasión. Al desgano miro al cielo y veo una o dos estrellas solitarias, intentando brillar a pesar del polvo en suspensión y el resplandor desabrido pero tenaz de las luminarias, y no sé porque siento que me miras de nuevo. Nunca te necesite como lo hago ahora.

Recuerdo entonces otra noche febrero, una en la que el cielo era un mar de estrellas empeñadas en brillar una más que la otra, con una Vía Láctea tan sólida que se podía caminar sobre ella, ese maldito sendero de árboles que extraño caminar contigo por un lado.

Ahora camino en una noche que no es noche, sino una basta ausencia de día, y veo un cielo que no es cielo, sino la cubierta opaca que me cubre, tratando de impedir que mis palabras alcancen tus ecos.

Llegaba a el parque a patinar con mis amigos siempre en punto de las 8:30 pm, según ellos me notaron diferente desde ese día, llego y saludo con un… noches rutinario y desabrido, las buenas, casi no se escuchan porque se quedaron atrás en ese febrero ahora lejano pero luminoso y lleno de recuerdos.



¨Adis¨

Bosque de la ciudad.

Mazatlán, Sinaloa.

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Fernando Arellano