Pasan los días.

Pasamos la vida entre dimes y diretes preguntándole cada día a la mañana si ella sabe donde se oculta la luna. Vamos de nuestro corazón a nuestros asuntos hablando donde debíamos callar y callando donde debíamos hablar. 

Vemos como la parca atrapa a algunos de los nuestros y entramos en los hospitales con visitas tan fugaces como solidarias. Tenemos, no pocas veces, la sensación de que nuestro mundo se evapora cada día un poco más.

Observamos como los ateos tienen a Dios (para negarlo) permanentemente presente mientras que los creyentes (para reafirmarlo) rezan susurrando enredados entre las dudas y las certezas.

Comprobamos que para una minoría dos y dos son cinco y para la inmensa mayoría simplemente son tres. Escuchamos atentamente intentando inútilmente distinguir las voces de los ecos. Leemos sin comprender el significado de las palabras en libros que siempre permanecen abiertos. Buscamos a nuestra perdida juventud recontando estrellas en las noches de verano.

Cerramos los balcones para que la luz se distribuya por las ventanas del alma. Temblamos de emoción cuando el Arte se hace Cultura y la Cultura se hace Arte. Soñamos navegando por los mares de los sueños en barcas de remos compartidos. Pactamos con Dios y el diablo buscando siempre los caminos menos tortuosos.

Volamos las cometas de cañas que siempre quedan varadas en la última playa.  Estamos, todavía.

Quedo con esos pensamientos profundos de cómo pasaré al por mayor dentro de lo que queda del año, esa incertidumbre marcando sus implacables pautas rutinarias, necesito cambiar algo.

La vida es un cúmulo de emociones, sentimientos y percepciones donde cada etapa vivida te va configurando tu siempre inacabada personalidad.  Puedes vivir cien años y siempre dejarás muchas cosas por hacer y muchos caminos por recorrer. 

Toca mentalizarse de que ya estás en los epílogos de tu existencia y el mayor tesoro es el nuevo día que se te regala.  Cuando la salud todavía te mantiene activo y las ilusiones siguen formando parte de tu presente toca congratularse.

Asumir esta franja de tu vida con absoluta normalidad es el mejor camino para que la “señora depresión” no te coja de la mano.  Pasan los días y nos vamos desgastando entre sonrisas y lágrimas.



Pasan los días...













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Fernando Arellano