Podría gritar, que me dejen beber de tu sangre.

Te extraño, hago lo imposible por pensar en otras cosas y aún así te cuelas por las rendijas más pequeñas, por esas por donde solo pasan los rayos del sol.


Desmenuzo el tiempo y lo entretejo con miles de cosas reales o ficticias que posean la capacidad de abstraerme buscando una aguja imaginaria en cualquier pajar.


Sello mi boca, ato mis manos, pateo al corazón que se adelanta preguntando por ti, obligo a los ojos a desviar la mirada de aquellos lugares donde espero hablar de nuevo.


Entretengo a mi mente para que no pregunte ni se imagine cómo estás porque suele ser dramático y catastrófico  cuando se trata de ti.


Te extraño,  y duele como antaño el puñal hundido de la ignorancia que se retuerce despacio y sin pausa mientras intento no llorar por mi necesidad.


Te extraño, es algo que no puedo permitirle a mi corazón, es algo que no debo traslucir en mi humor, es algo que no debo y sin embargo aún no sé cómo evitar sin reprochártelo.





Te extraño, no tienes la culpa de que sea tan endeble y me quiebre,



te extraño y lo siento porque siempre me quejo contigo




te extraño porque siempre me quejo contigo...


















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Fernando Arellano