Dolores Mary Eileen O'Riordan

"Cuando la vida es perfecta se convierte en aburrida; tienes que desafiarte, porque eso te da una razón para vivir"

Por entre los altavoces del ordenador discurre placida, sedosa y sensual la voz de Dolores O'riordan. 

Tras su gran explosión 1992, la banda irlandesa The Cranberries pronto se ubicó en el gusto de los jóvenes gracias al sonido crudo de las guitarras y los paisajes auditivos herencia de The Smiths reforzada por la dulce voz de O’Riordan.

Las canciones, combinadas con letras melancólicas –co-escritas por Dolores O’Riordan y Noel Hogan– pero de un profundo sentido romántico y social, cargadas de experiencias personales, también influyeron para que la banda se hiciera de seguidores y su éxito trascendiera su disco debut: Everybody Else Is Doing It, So Why Can't We?

Hoy, a un año de la partida de Dolores O’Riordan , recuerdo a la cantante irlandesa que con algunas canciones –con letras emblemáticas–, que a más de alguno de ustedes le hizo un nudo en la garganta, como una musa digna de pedestales de oro.

Canta y toca el piano llenando el ambiente con su famoso tema ¨Linger¨, que quedó plasmado en el alma de muchos. Pasan las 10 de la noche el día martes y pasa de nuevo, me he entretenido más de la cuenta buscando datos a través de Internet y la noche, casi sin darme cuenta, se me ha convertido en madrugada.

He puesto a Dolores O´riordan casi de manera inconsciente (o quizás no tanto). ¡Que delicia para los oídos y las almas sensibles resulta esta maravilla de mujer!  Nació para la vida y la música en en Ballybricken, condado de Limerick. una pequeña localidad llena de agrícolas de escasos recursos.

Toca el piano y canta de manera portentosa y nos ofrece un lírica llena de matices propensos a la ensoñación. La noche está algo fresca y la calle duerme placidamente arrullada por la tenue luz de unas pocas farolas.

La noche avanza lenta e imparable en busca del soñado amanecer. Canta Dolores Mary y uno tiene la sensación de que hay momentos donde todo cobra sentido. Sentido y sensibilidad. Y, al final, nosotros mismos esperándonos en la última playa.






¡Grande amor mío!













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Fernando Arellano