Las arquitecturas del deseo: los placeres del espíritu.

Esta moda de los deseos efímeros, intensos, urgentes y desechables ha contagiado a nuestro mundo afectivo, que se ha fragilizado, porque incita a un hedonismo inquieto y un poco escéptico.

Las parejas se separan no porque estén en crisis, sino porque sienten que sería insoportable una vida sin cambios, sin otras experiencias. 

La proliferación de los deseos crea personalidades caprichosas que soportan muy mal el aplazamiento de la satisfacción y la frustración.

El marco del mercado opulento es adictivo, restringe la libertad, aunque al hacer posible la elección entre productos, enmascara esa reducción.

Hace unos años la psiquiatría hablaba de "psicopatía asténica"que se caracterizaba por una "fatiga vital" un "cansancio de siglos" con ese anacronismo erótico. A los pacientes les falta el turgor vital, con independencia de la situación en la que se encuentren.

Un deseo puede ocupar toda la mente de un individuo, absorber su atención, provocar pulsiones arrolladoras, bloquear todos los sistemas de control, producir fantasías irreprimibles.

Los comportamientos impulsivos, los síndromes obsesivos compulsivos, las situaciones de carencia en las adicciones son claros ejemplos.


"Las Arquitecturas del deseo"




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Fernando Arellano