Cianuro

Las escenas de la propia vida.

Mi corazón palafito te recuerda a gritos

Como dice pato patín, ¨No soy de la escuela de los que escupen, pero vaya que he escupido últimamente a este mundo deprimente¨. 

Estos días han sido de profunda meditación, ¿dónde pongo esta bala? Es la expresión cotidiana de la hipocresía, la bala que tengo incrustada en el cráneo desde que aquel cuento ardía..

Nunca antes me habían marcado tanto las letras rojas, aunque pasan y pasan los números.. maquillaje al muerto y mañana será otro día. ¿No?

El paso de la triste comedia al drama hundido en las profundidades del ser.

Como esas máscaras, la comedia y la tragedia, una máscara con una expresión de chispeante alegría, y la otra, por el contrario, hundida por la tristeza.

Se abre el telón y surgen los personajes principales. Los aplausos crean un ambiente ensordecedor, escuchado por todos, menos por el centro de atención.

La obra comienza y la hipnosis del acto los lleva de un lugar a otro. Las miradas atentas, los diálogos precisos, miles de pensamientos obnubilados por los personajes de la nueva realidad. Risas en masa, carcajadas solitarias, pequeños movimientos y sonidos aislados e impercetibles.

Las luces persiguen a los protagonistas e ignoran con desinterés a la mayoría.

Sorpresas, gritos, susurros: todo es posible en este mágico mundo. La ansiedad comienza a tomar posesión de los cuerpos, las luces se desvanecen y las palabras buscan desesperadamente hacer pesar su liviandad. El comienzo del fin para algunos. Para otros, volver a encontrar el propio reflejo escondido momentáneamente.

Los murmullos toman valor y desencadenan un efecto dominó. Las luces buscan nuevos protagonistas. Los aplausos, el perfecto final de aquello que fué, pero que no es.

Pasos hacia atrás, desciende lentamente el telón. Su movimiento evita el mantenimiento de un contacto visual, que a pesar de su fuerza sobrenatural, cede ante la verdadera realidad. Sólo se escuchan sonidos. Movimientos. Conversaciones. El sueño ya terminó, cada cual a su verdad. 

La mia, la tuya, la de aquel.

frecuentemente prejuzgamos a los otros, estereotipos. Tengo un pensamiento recurrente al ver a determinado tipo de personas. Y cuando hablo de “tipo de personas” me refiero a aquellas que encajan perfectamente en un molde.

Se diferencian por detalles perceptibles superficialmente, pero en esencia -en lo profundo- son prácticamente iguales. Y ahí caigo momentáneamente en la idea de sentirme especial por no encajar en ese molde.. sin embargo, rápidamente muchos de esos pensamientos, sensaciones, imaginaciones que uno tiene cotidianamente y que no se las cuenta a nadie, son también reconocibles en otro tipo de persona. En otro molde.

Y ahí caigo en la conclusión de que no somos tan especiales. De que somos fabricados en distintas fábricas. Puede llegar a ser frustrante el hecho de que algún pensamiento íntimo sea tan poco original. “¿Qué pasa conmigo? ¿Soy uno más del montón?” Probablemente en Corea, Guayana francesa o en el Congo belga hay alguien que está escribiendo lo mismo, o algo parecido.

Una sola actitud basta para que los etiquetemos, como a un cuaderno, como a una herramienta, como a un dulce hecho en casa de la abuela.

En algún momento o punto de mi vida me molestaba, ya no. No se ofenda algún psicoanalista, pero me los imagino descifrando el tipo de molde en la primera sesión para luego seguir las pautas del manual.

Somos predecibles. Algunos más, otros menos.

Por eso entendí que un solo gesto puede convertirte en el ser más tonto de todo el mundo, y una sola conclusión coherente hace que los demás piensen que eres el próximo Einstein.

Ya entiendo a Fernando Milagros, desde que tengo esa guitarra en la esquina..

una reina japonesa viviendo lejos.












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Fernando Arellano