Me siento.

Procesando que es gerundio. Me siento y vivimos una época donde la información nos llega desde fuentes muy diversas y llevando implícita su pronta fecha de caducidad. Todo se torna triste cuando el “notición” es de más ni menos que farándula barata o series que pretenden causar polémica, que de un lunes a las diez de la mañana para las seis de la tarde ya será amortizado y el martes será carne de taquerías de ¨perro¨.   

Intentar procesar todo cuanto nos llega y distinguir lo verdadero de lo falso se nos presenta una tarea arduamente compleja. Lo positivo y lo negativo se entremezclan en el difuso campo de las ideas. Somos demócratas en una democracia secuestrada por corruptos y falsos legisladores.

Los referentes morales y/o intelectuales que toda sociedad necesita son obviados y marginados de manera sistemática.  Gente con inquietudes culturales dentro de una Cultura que confunde lo falsamente transversal con el verdadero vanguardismo y lo obsoleto con lo tradicional.

Figuras públicas que no dan buenas imágenes ni para un cartel de basureros de tamaño comunal, fabricantes de dioses hechos a la medida de sus espurios intereses que nos lanzan proclamas donde poco (o nada) interesan las vidas de las personas.

Ateos que se llevan más tiempo hablando (mal) de Dios que los propios creyentes.  Nos hicieron colgar nuestros principios en el perchero de la historia para demostrarnos  que sin “ellos” la vida se vuelve más placentera.

La verdad tiembla dentro del territorio de la mentira que se ha instalado en nuestras vidas. Procesamos cuanto nos llega a salto de impresión y  los “buenos” y los “malos” se confunden en la nebulosa de los días. 

La “Teoría del caos” hace tiempo que marcó en nuestras vidas sus implacables pautas de comportamiento.  Buscamos inútilmente la justicia en la legalidad y la decencia entre los mercaderes del todopoderoso dinero. Pero, como buenos gladiadores, no abandonaremos el “circo” sin vender cara nuestra derrota.

No se puede vender la piel del oso sin antes cazarlo.













 

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Fernando Arellano