Ernest Hemingway: un suicida fracasado

 El hombre de las mil tormentas que encontró un refugio en el mar.

Ernest Hemingway vivió un vida de novela casi a la par de las que escribía. A lo largo de su carrera el autor estadounidense construyó y glorificó una imagen platónica a partir de su obra de profundo corte ¨autobiográfico¨ y erigió un ideal estético que perdura hasta los días presentes.

Fue un tipo duro, de esos que se rasuraban con cuchillos de caza, irascible, valiente y taimado. Por supuesto, su vida y sus intereses ayudaron a crear esa percepción. Participó de tres guerras -una como soldado, dos como periodista-, fue espía y, alrededor de estas experiencias, edificó personajes fuertes que, si bien revelan sus libros una gran sensibilidad por el amor romántico, nunca renuncian a su rol de seductor serial, de conquistador, del ¨macho¨ que todo lo puede. 

Un hombre que no dudaba en dar puñetazos si era molestado, en disparar un arma -así su final- y que, cuando el peligro acuciaba, era el primero en dar un paso al frente. Pero no todo esto es verdad. O, por lo menos, no tanto.

Además, su aficiones también solventaron esta idea, a partir de actividades que fueron, por mucho tiempo, asociadas exclusivamente a lo viril, como el boxeo, la caza, la pesca y hasta su pasión por las corridas de toros.

Tenía un estilo de redactar sus textos de forma novedosa, escuetos y directo, tomados del modo de escribir en los periódicos de su época que fue una de las más duras, tiempos difíciles siempre forman hombres fuertes.

Con respecto al estilo, escribió: "Estoy intentando en todas mis historias transmitir la sensación de la vida real, no solo representar la vida, o criticarla, sino en realidad hacerla viva".

Era un artista, uno de los grandes y digan lo que digan los auténticos artistas no son como las demás personas. Se caracterizan porque no encajan en ningún lugar ni con nadie. Rara vez son felices con alguien porque sus parejas ni los comprenden ni los llenan (coff, coff) los hijos no son más que cargas y decepciones usualmente.

Su vida fue tan rica en anécdotas que se ha escrito más sobre él que lo que él mismo produjo; incluso se han publicado varias recopilaciones epistolares -la mayoría solo en inglés desgraciadamente- que denotan cuáles eran sus obsesiones, sus temores y por ende sus prejuicios.

Mi prejuicio siempre fue de que era un cobarde por suicidarse, pero debe ser muy difícil y doloroso vivir con dolencias físicas, alcoholismo, diabetes y arterosclerosis, pero aún así es un gran escritor.

**Del sinfín de biografías hay una que en especial llamó mi atención cuando la leí y es que va contracorriente, Everybody Behaves Badly, de Lesley Blume, que a diferencia del resto, no mira al autor desde su mitología, sino que indaga en sus historias más humanas, menos edulcoradas.***

En Hemingway se conjuga la locura hereditaria de su familia con el trauma y el miedo de la guerra y la pérdida,  junto a su carácter masculino y luchador, creador de personajes guerreros como el viejo que busca a ese pez odiado.

Pero la infelicidad y los problemas de salud, su locura y su obsesión lo llevaron al final empapado de alcohol. Sus premios para el no eran nada y nunca fue suficiente para él mismo en sus últimos años de vida.

Ernest Hemingway fue periodista y uno de los mejores novelistas del siglo XX. Fue conductor de ambulancia en la primera guerra mundial, condecorado por su valor, se casó cuatro veces.

Ganó el Premio Nobel de Literatura pero siempre consideró que no lo merecía. Acabó quitándose la vida, agobiado por sentir que no podía escribir mejor.

Un tremendo hijo de puta que fracasó en convertirse en su propio mito.






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Fernando Arellano