La nieve de los años.

¨ Se esta poniendo blanca toda mi cabellera
 la nieve de los años me esta cayendo ya
 se arrugara mi frente de tantas primaveras
 quiero vivir tranquilo toda una eternidad ¨



Hoy me dio por pensar y escribir sobre las personas mayores, aquellas que normalmente les decimos ¨abuelitos¨ (en mi caso), padres para otros y ángeles para los que están descansando.

Por la mañana de este día de regreso a la facultad de medicina después de un buen desayuno entre platicas y dudas, comentarios sinceros y un poco tontos, mis amigos discutían por tonterías, yo platicaba con la mujer que me ha ganado y bueno, otra estaba viendo pasar las moscas y quejándose de sueño. Caminábamos con ansias de que el sol nos dejara de besar la frente por algún divino motivo.

Pensando y buscando una palabra para iniciar un tema de conversación diferente, unos aplausos y risas roban mi mirada unos instantes y miro con atención y algo de ternura esa dulce imagen de fieles compañeras con muchas primaveras en sus ojos; un grupo de señoras con plata en el pelo celebrando un año más de esta vida que estoy seguro, no quiero dejar.

El cumpleaños de esa señora celebrando un año más de felicidad, la sonrisa de esa abuelita abriendo un regalo, la felicidad de poder hacerlo aún y más que todas sus amigas contentas por igual, con oro en el corazón, me hizo el día, ¡Benditos abuelos!

Mis amigos lo pasaron por alto, al voltear con ellos para decirles que vieran seguían en la discusión de quién era el menos ¨homosexual¨, creo que no aprecian los gestos cotidianos del día a día. Más atrás noté que por igual estaba ella, viéndolos con la sonrisa más sincera y su nariz arrugada, una sonrisa de oreja a oreja como antes no había visto, como ninguna otra.

Ellos, nuestros mayores, nos dan una lección de siglos y grandes añoranzas cargando con el gran epílogo de la vida en sus ya vividas pupilas, se cubren de arrugas sus manos y de nieve sus cabellos.

Hoy disfrutando cada abrazo que dan, porque hoy sus ojos brillan y mañana, dios dirá. A través de la infancia es cuando uno se forma y tiene el carácter que posee ya alcanzada la madurez, no es que tenga un carácter fuerte (en parte si) pero no suelo mostrarme tal y como soy ante ¨cualquier¨ persona.

Recuerdo con mucho cariño a mi abuela y aún me dice, que no le gusta verme cuando estoy serio, que no me ayuda esa cara de ¨rudo¨ y siempre que me ve de brazos cruzados me dice que no sabe si está en un programa de motociclistas rudos y tatuados o en la casa con su nieto. 

Me acuerdo de la última ves que dejé mazatlán, a mis abuelos viendo irse al primer cachorro de la camada, el más grande y por ende, el que más tiempo ha estado con ellos, antes de dejar la puerta de la casa volteo hacia atrás y no puedo dejar de sentir el nudo en la garganta, porque veo hacia atrás y veo un rostro ya anciano, que me ven marchar con maleta en la mano esperando y contando el tiempo para verme llegar de nuevo y sentir a toda la familia unida.  Ya no me llevan de la mano, solamente sus apreciados consejos.

Ustedes que me curaron las rodillas cuando me caía de la bicicleta, me cargó en brazos al hospital cuando me accidenté de niño, que me daban para mis refrescos y papitas después de los partidos de fútbol, que me acompañaban los domingos a verme jugar en la liga de béisbol, que me dieron refugio, que me dieron apoyo, que simplemente creo que me han dado todo.

Y si algún día se cansan sus pasos, quiero ser yo quien los cuide. aún con la pose de motociclista rudo siempre seré y soy de ustedes. 

Abuelos de cabellos plateados, sonrisas como ninguna otra y

la nieve de los años.




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Fernando Arellano