Viviendo octubre a las 4:00 am

Avanzan los días de Octubre con su lento discurrir de atardeceres, levemente implícitos me llevan a la nostalgia de volver a tomar mi patineta y romperme las espinillas cada ves que iba al Km.0

Comienza el mes como el doloroso enlutado de llevar flores de nuevo a los lugares que no quiero ir, pero debo. Difuntos que fueron amados con inocencia en el paradigmático mundo.

A lo largo de mi estancia en Culiacán, estos días en el aula de medicina me ha llevado por un camino que no conocía y me doy cuenta que, hasta la bondad se nos configura como algo con fecha de caducidad.

Las mañanas de octubre son algo difíciles, la enfermedad de amanecer nostálgico en absoluto silencio de madrugadas sórdidas, como si estuviera en piloto automático. Ciertas veces es bueno apreciar el desierto de la absoluta oscuridad, los momentos malos también son partes del paisaje.

Son contradictorias y variopintas, enfundados entre numerosos cánticos amaneceres pintados y tardes rodeadas de lienzos grises donde el cielo llora sobre la ciudad unas 3 veces a la semana, como antes dije el levantarme de la cama con esa idea nostálgica que no se me pasa ni con la felicidad.

Nunca como ahora me sabe tan reconfortante el café por las mañanas, viendo a través de los cristales el tiempo para salir de esa sala pespunteada con la luz de las farolas.

Escuchar unas cuantas canciones camino al destino no bien planteado, llega esa introspección donde Nano Stern, Bunbury, Los bunkers y fother muckers alcanzan las cotas máximas de sus esplendores.

Octubre avanza con sus placeres plasmados en un café a las 4 de la mañana, con esos olores a nostalgia que nos retrotrae a nuestros origenes, de donde venimos y nunca a donde iremos.

Octubre avanza y con él el año, los años y mis años empiezan a distinguirse.

Son los días de octubre. y el asunto sintomático de este.






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Fernando Arellano