Perdona por llegar tarde.

Esa noche sabía lo que quedaba después de la gran batalla.

El local era tranquilo, la música me tenía tonto melodía tras melodía que sonaba de fondo, y el murmullo de la gente era soportable. Echaba a faltar el humo de los cigarros y los ojos enrojecidos, esto siempre me hacía sentir especial y relajado. No sé por qué.

No intercambiamos prácticamente ninguna palabra, sólo se dejó asomar alguna mirada y alguna sonrisa, toda la noche me tuviste ebrio entre tantas invitaciones a beber de tus labios con la mirada. Pronto comencé a reaccionar intentando escapar hacia otro lugar pero me tenías aturdido. Me levanté de la mesa donde estaba con mis amigos y fui por otras 2 o 3 botellas

Tiernos en mi imaginación.. giro sin descanso en el filo de la indecisión de aceptar tu presencia en sombras, sí, como una sombra enamorada huyendo del sol, intuida, imaginada, entrecortada. Un impulso hizo que a los pocos segundos yo también estuviese levantado caminando detrás de ti.

Su rostro no cambia a cada paso que doy, no ha borrado la sorpresa de entender que somos uno más.
Su respiración, clavada en mi espalda, roza con sus dedos el absurdo de mi cuello. Las palabras se empiezan a formar y van montando y domándome la lengua.

Sed de ti.

Azotado por la desidia de la distancia, inseguro por la ausencia de piel, me atraviesa la luz de la esquina oscura pero transparente aún en tu memoria. Parada ensimismada viendo como me acerco pero la emoción de tu sorpresa en el adiós me alivia..

Aquellos ojos contenidos, negros, aquellas manos heladas que acaricie poco a poco, la furia que nos tragamos al estar frente a frente. Continué caminando hacia atrás hasta adentrarme en la pequeña esquina que estaba y ella entre 2 pasos hacia la izquierda otorgó espacio.

Estábamos los dos solos en esa esquina oscura, sin hablar, mirándonos, oliendo unos aromas que sinceramente y seguramente no serían los más afrodisíacos para el momento. No sabía qué hacer, qué decir, qué tocar, qué besar ni cuál sería la primera pieza que se desprendería de su cuerpo.

El tiempo se movía perezoso, ondulante, dejándose llevar por la cadencia sedosa de esos momentos que gritabas con  tus caderas y se estremecía incógnita entre mis yemas. 

Las estrofas que pensaba escribir en su piel sin salida en el vaivén de su cintura, perdidas.

Empezaba, otra vez, a relatar las caricias, su tormenta desatada entre mis​ manos, me tomó del cuello y el tiempo de su boca choca con mis nervios. 

Llegué a sentir cómo sus dientes chocaban con los míos. Unas palabras con aliento a alcohol y casi sin fónica entendible alguna.. algo perdidas pero inquietas nuestras lenguas recorrían todas las zonas interiores de nuestras bocas, parecían que buscasen alguna cosa de forma desesperada.

No recuerdo lo que pudo pasar por mi cabeza, perdí la noción del tiempo y de la situación

Y sentí lo mágico de la pasión en el beso cuando me lamió por dentro

Cuando se despegó de mis labios me faltaba el aire, pero estaba en su juego y me sobraba frenesí

Sus dedos querían desbotonar mi soledad desde adentro

Siento cómo se humedece

Se humedece hasta su vientre,

Acaricia tu sexo enhiesto,

enmudece en tu garganta.




No me preguntes por qué,

Pero solo quería eso.

Tal vez todo murió anoche y perdona,









Perdona por llegar tarde.




















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Fernando Arellano