Generalizar.

Las distintas edades del ser humano donde se encuadra la niñez, juventud, madurez y vejez solo son homologables en cuestiones sociales/corporativas y nunca en el plano generacional y/o individual.

Por ejemplo: existen niños con sus necesidades más que cubiertas y otros pasan hambre. ¿No estamos hablando de niños en ambos casos?  Cuando decimos que en México tenemos a la generación de jóvenes más preparada de nuestra Historia decimos una verdad a medias.

Lo correcto sería afirmar que, efectivamente, existe un segmento de nuestra juventud con una más que excelente formación y que son premiados con la “movilidad exterior”

No se es sabio por el simple hecho de ser viejo ni tampoco díscolo o ser lerdo por ser joven. Los problemas y las situaciones se homologan mediante la mala praxis política y social que sitúan a las distintas generaciones ante disyuntivas tendentes al desosiego.

El Paro juvenil es una lacra con unas connotaciones numéricas más acusadas que el Paro endémico que padecen millones de mexicanos/as.

Las mujeres trabajadoras de cualquier edad ganan (desarrollando los mismos trabajos) bastante menos que los hombres.  Por tanto debemos hablar de niños que comen a diario y de otros que no lo hacen.

De jóvenes que buscan a través de un proceso formativo un futuro (que nunca termina de llegarles) y de otros que han decidido que, visto lo visto, es mejor pasar de todo y de todos.

De hombres y mujeres trabajadoras que perciben unos salarios claramente discriminatorios. De personas mayores que gracias a sus ingresos son atendidos en todas sus necesidades y de otras con pensiones bajas que ven pasar los días entre la incertidumbre y el desaliento.

¿Un mismo saco para todos? Puede, pero con múltiples agujeros.































































































































































































































































































































































































































































































































































































































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Generalizar nunca ha sido bueno ni tampoco justo.

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Fernando Arellano