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Se nos va, vaciando sus últimos granos de arena en el reloj del Tiempo, el 2018.

No ha sido precisamente un año con muchos elementos positivos recordables, tanto en lo social como en lo sentimental, pero vaya que cerraré el año con un buen sabor de boca por estas recientes madrugadas contando estrellas.

Por cierto, gracias de nuevo.

En lo personal cada uno/a tendrá su propia historia. La suya, que será única e intransferible. Unos/as, habrán estrenado su paternidad. Otros, han conocido el sabor amargo de las lágrimas de la orfandad. Nacer y morir están atados de manera inseparables en el péndulo del reloj de la vida y la existencia.

Habremos bebido en la fuente del amor y el desamor nos habrá rondado por las esquinas del desconsuelo. Empezamos el año con sanos y nobles proyectos para cambiar nuestra vida y la de los demás. ¿Cuántos se cumplieron y cuántos no?. No importa. Lo importante es caminar en la buena senda y siempre con la esperanza de llegar a mejores puertos.

Ya forma parte de la naturaleza humana las nobles (y no pocas veces baldías) intenciones de cambiar algunas cosas de nuestra vida cotidiana con la llegada de cada nuevo año. Ese curso de ingles que nunca terminamos por encauzar; la consabida visita al gimnasio para, antes de que llegan las calores que todo lo destapa, intentar eliminar la gran montaña de esa “barriguita cervecera” y, evidentemente, la necesidad imperiosa de dejar el insano habito del tabaco.

Es una manera infantil de llevar a la “practica” aquello de Año nuevo vida nueva. En definitiva poder entender en sus versiones originales las películas anglosajonas o las letras de las canciones de Elvis. Volver, sin tener que aguantar la respiración, a tener la 32 como talla de pantalón y eliminar esa tos mañanera tan inoportuna como molesta. Seguramente será muy alto el número de personas donde estos proyectos siempre se quedan en buenas y perdidas intenciones (me contaba un buen amigo dueño de un gimnasio que para ellos estas fechas son las más rentables pues hay gente que paga un mes –o hasta un trimestre- por adelantado y luego solo aparecen dos o tres días).

Esta desidia a cambiar nuestra hoja de ruta forma parte de la naturaleza humana y el que esté libre de culpa que enseñé las manchas de sudores sobaqueros de la camisa que porta.

Reconozco que desde hace ya algunos años siempre me gusta de vez cuando pararme en mi “Hoja de Ruta” y bajar al suelo el saco que todos llevamos sobre nuestra espalda. Lo suelo abrir y miro con detenimiento su contenido. Siempre veo algunas cosas que ya me sobran y las suelo sacar para siempre y trato de irle aportando nuevos elementos que incrementen el caudal de mis ilusiones. 

Luego una vez aligerada la carga vuelvo a portarlo sobre mi espalda y a caminar hasta enterrarlos en el mar. Todo en la vida es relativo y los reciclajes anuales no podían ser una excepción. ¿Año Nuevo vida nueva?

Sean felices y brinden por los buenos sentimientos. Este "Soplo de vida" se despide de ustedes hasta el año que viene. Espero que muy pronto vuelva a sonar en nuestros corazones ese tic-tac que ya anuncia ansioso …"otra llegada de la Primavera".

Un sentido abrazo y gracias totales.


Salud!












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Fernando Arellano