Sueños de agosto: José Ortega y Gasset con sus ideas y creencias

Me he dado cuenta que a estas alturas nadie habla de purezas estos días de cuarentena, y me resulta extraño, pues estamos comprobando en nuestro propio cuerpo la distinción que hizo entre ideas y creencias. 

Hace ya ochenta años se publicó la obra (Ideas y creencias), en la que diferencia todas las ideas humanas según la función que en nuestra vida desempeñan: unas se nos ocurren y en otras nos apoyamos para vivir sin darnos cuenta.

José Ortega las llamó ideas-ocurrencia o ideas a secas e ideas-creencia o simplemente como lo conocen todos creencias. La cuarentena que habitamos confirma esta distinción, la cual a su vez, puede iluminar comportamientos y estados emocionales que afloran en ella, es decir, puede ser una gran herramienta de comprensión del presente hasta cierto punto.

Tanto ideas como creencias pertenecen al ámbito cognoscitivo, aunque se diferencian en dos aspectos: la función que desempeñan en la vida humana y el nivel de conciencia que tenemos de ellas.

De las ideas somos conscientes, las pensamos, las explicitamos, las discutimos y nos sirven para entender la realidad; de las creencias no tenemos conciencia teórica porque están implícitas, nos pasan desapercibidas, y sin embargo son plenamente efectivas en nuestro actuar. Por ello, nos dice, tenemos ideas pero vivimos en las creencias.

Un breve ejemplo: uno puede pensar la diferencia entre el libre mercado y la economía dirigida, si las medidas higiénicas benefician la salud, cómo inscribir un triángulo en un círculo, ... puede discutir sobre ello, pedir consejo, aprender y cambiar de opinión. Nada nos pasaría sin haberlo pensado o habiendo pensado algo distinto, porque se trata de ideas conscientes. Sin embargo, no pensamos que al abrir la puerta el pasillo seguirá al otro lado, ni que al llamar a un amigo por teléfono nos va a responder, o que al beber un  buen vino y familiar para nuestro paladar se va a deleitar y sin embargo actuamos con todo ello en la cabeza.

Lo damos por sentado de manera inconsciente, es decir, no pienso que al abrir la puerta habrá pasillo pero la abro.. y salgo confiado de la habitación, sin miedo a caerme al vacío. Frente a las ideas, que han cambiado varias veces, las creencias otorgan estabilidad y permanencia a mi vida, que sería bien distinta a como es ahora sin ellas, pues nacemos, nos construimos y pensamos a partir de ellas. 

Por eso nos dice Ortega que ¨la máxima eficacia sobre nuestro comportamiento reside en las implicaciones latentes de nuestra actividad intelectual, en todo aquello con que contamos y en que, de puro contar con ello, no pensamos¨.

Esta función puede esclarecerse a la luz de las ideas de otro pensador madrileño, Luis Cencillo: 

nuestra especie carece de instintos y regulaciones biológicas que determinen su manera de comportarse, pensar, sentir y vivir, como sucede en las demás..

En consecuencia, necesita aprender patrones de conducta y sistemas de referencia que orienten la vida, y es ahí donde encontramos el sentido y la función vital de las creencias, las cuales son tan radicalísimas que se confunden para nosotros con la realidad misma.

Cencillo, desarrollando amplia y certeramente lo que Ortega había inaugurado, llamó a esta falta de raíces en nuestra especie desfondamiento.

Erich Fromm en su obra ¿Tener o ser? contrapone dos modos de existencia: el del tener, es decir, el poseer que otorga valor a los hombres según sus bienes -tanto tienes, tanto vales- y el del ser, es decir, las experiencias vitales y nuestro modo de enfrentarlas, ya que es así como somos y nos hacemos. El segundo no se reduce al plano de los objetos, sino que es más rico, poliédrico y, en consecuencia, más complejo de explicar y entender que creo yo en otro tópico tocaré ese tema.

La diferencia de todo esto.. nos ofrece también un instrumento de análisis para comprender los resortes que mueven a una época, la nuestra, los cuales se encuentran en sus creencias y no en sus ideas. Algo similar ocurre con la jerarquía de valores de una persona o una sociedad, desvelada por sus acciones y no por sus declaraciones.

Instrumento eficaz para entender el profundo motor del transcurrir histórico de las sociedades, que a diferencia de los hechos nunca queda registrado en los libros de historia. Como nos dice Ortega: ¿Se entrevé ya el enorme error cometido al querer aclarar la vida de un hombre o una época por su ideario...? ...fijar el inventario de las cosas con que se cuenta, sería, de verdad, construir la historia, esclarecer la vida desde su subsuelo.

Aprovechar esta ocasión y dejar aflorar nuestras creencias, tomar conciencia de ellas, de su papel y sus posibilidades de cambio, depende de cada uno … y de su circunstancia.

Por eso la mayoría de nosotros actuamos como si de un paréntesis se tratara, de una extraña y onírica suspensión momentánea de la vida, esa vida que se confunde con nuestras creencias.






Ortega después de Ortega | Babelia | EL PAÍS

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Fernando Arellano